abanderada de los humildes
capitana de tus huestes de descamisados.
capitana de tus huestes de descamisados.
Tu nombre es bandera
de lucha a los vientos
llama gigantesca
que se hace llamarada
en ese incendio tuyo,
que es el incendio revolucionario
de una nueva argentina justiciera.
El 26 de Julio de 1952, moría María Eva Duarte de Perón
Por la Red Argentina de Radiodifusión, la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia anunció que cumplía con el "penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20,25 ha muerto la señora Eva Perón, Jefa espiritual de la Nación".
Había muerto la Primera Dama, la esposa del Presidente de la Nación Argentina.
Para el Pueblo argentino, para los trabajadores, para los cabecitas negras, para los grasas, para los humildes, había muerto EVITA, que así la habían bautizado, con un nombre sencillo y tierno, cargado de cariño y afecto.
Había muerto EVITA, su Guía Espiritual, su Abanderada.
Es el Pueblo de la Patria el que asume en esos momentos la grave resonancia de la noticia. Un lamento funerario cubre toda la extensión geográfica de nuestro país.
La congoja se ha convertido en lágrimas, en llanto, en desesperación, también en bronca.
La muerte se llevaba demasiado temprano a quién tanto había hecho, a quién tanto había dado, a quién tanto había amado.
Porque solamente quién ama en profundidad puede romper todos los precedentes históricos y definir una modalidad nunca vista.
Sólo el amor puede convertir a alguien en una inclaudicable, tenaz y persistente luchadora por los derechos de los sin derechos.
Había muerto quién suscitó intensos sentimientos y emociones profundas, sin haber provocado jamás indiferencia.
Evita era mujer y sobre la mujer había señalado: “Si una mujer vive para si misma, yo creo que no es una mujer o no puede decirse que viva...".
Ella fue un ejemplo de lo que predicaba: no vivió para si misma, siguió viviendo en el corazón y en la mente de millones de argentinos por generaciones.
Han pasado 55 años de la infausta jornada.
La seguimos recordando, honrando, homenajeando.
Se convirtió en un mito. Mito, no como una fábula o una ficción, sino como una alegoría, como una figura retórica, como un icono sagrado.
Desde aquel entonces, siempre se ha escuchado resonar en las calles ¡si Evita viviera!!!. lo que significa que en el pensamiento colectivo de los argentinos está presente que si Evita viviera, muchas de las cosas que han pasado no habrían pasado.
¡Qué reconocimiento!!! ¡Qué agradecimiento!!! ¡Qué legitimación!!! ¡Qué interacción!!!
También hemos escuchado, desde “el tablón” de las populares de la Patria, ese fervoroso clamor: ¡Evita volvé”.
Es el grito de la angustia y la desesperación de los que se sienten nuevamente desamparados, desprotegidos y humillados.
El Pueblo argentino en esa búsqueda incesante de la verdad y la justicia la eligió.
Evita es “La Elegida”. Elegida por unanimidad de los más que tienen menos.
A Evita la tenemos presente; la tenemos presente no solamente para “cumplir” mediante una oración fúnebre; no solamente para recordar aquel intenso y fecundo pasado; la tenemos presente porque su prédica y su acción es una Bandera.
Bandera… mientras la injusticia insolente y los insolentes que la imponen se paseen por una Argentina en permanente desangre y desguace.
Bandera… porque al igual que Simón Bolívar, al decir de José Martí: “Lo que él no dejó hecho, sin hacer está hoy”; lo que Evita dejó sin hacer… ¡sin hacer está todavía hoy!
Y está sin hacer porque el 26 de Junio de 1948 advertía: “es inconcebible que haya habido tan malos argentinos que no hayan pensado en su Pueblo y en esta Patria a la que hicieron grandes nuestros próceres, mientras ellos tratan de hundirla”, al mismo tiempo que nos dejaba un mensaje, un eterno recordatorio, una lección, una voz de alerta: “yo pido, en nombre de los descamisados, que son lo más puro de la nacionalidad y en nombre del peronismo, una sola cosa: no olvidar el daño que han hecho esos malos argentinos”.
No debemos olvidar estas palabras al recordar a Evita, ni tampoco dejarnos engañar por los “cantos de sirena”, de sirenas de una posmodernidad decadente.
Su decir, sus verdades y su manera de hacer, son suficiente ejemplo para entrar de lleno en la tarea de la reconstrucción del Movimiento Nacional, como única herramienta capaz de motorizar las fuerzas necesarias para cumplir con un mandato histórico: llevar adelante la Revolución que quedó inconclusa pocos años después de su muerte, en aquel funesto 16 de Setiembre de 1955.
Evita seguirá siendo Símbolo de las luchas por venir para lograr el porvenir venturoso de Nuestro Pueblo y la Grandeza de Nuestra Patria. Para ella, el mejor de los homenajes.
Osvaldo Vergara Bertiche
Rosario, Provincia de Santa Fe, Argentina
Exclusivo para http://www.elortiba.org/