Pequeña y Frágil,
como un cristal tu cuerpo dolorido,
como el roble,
heroica humanidad inquebrantable.
Fueron cuatro pimpollos arrancados,
de cuatro inmaculadas primaveras.
Fueron cuatro semillas de tu vientre,
regalando aromas a los vientos.
El precio de los sueños fue tan alto,
que la nada era pequeña comparada.
Pequeña y Frágil,
mansa y bravía.
Tus ojos,
manantial seco,
cansado de la espera.
Tu voz,
un ruego perdido en el silencio.
No hubo huellas,
ni olor a cenizas entre las hojas.
Laberinto de pasos que borraron,
pero nunca en la memoria que arremete.
Volverán los jardines hechos flores,
raíces de un tiempo amanecido.
Y habrá escenarios de espíritus gimiendo,
atropellados en los hornos del infierno.
Sombras deformes,
desdibujadas bocas suplicando…
Pequeña y Frágil,
qué plumas de poetas te inspiraron,
que te hicieron de piedra y terciopelo.
Amanece,
es un día distinto sin olor a muerte.
Un aire renovado te acaricia,
y te besa el sol que te ilumina.
Mezclándose entre la gente,
vienen siluetas danzando.
Pañuelos blancos se agitan,
fuera de las cabezas,
y cuatro pimpollos se abren,
como madres parturientas.
Suenan violines y arpas,
enciende luces el cielo.
Pequeña y Frágil,
figura etérea,
Pequeña y Frágil de piedra y terciopelo,
ya descansas.