Razones familiares; razones gratas, simpáticas, cordiales; hizo que el 25 de Mayo del Bicentenario me encontrara en un pequeño pueblo del corazón de la Pampa Gringa.
De esa Pampa Gringa, (pampa húmeda de diversidad agrícola; la modernidad y la especulación la transformó en sojera) que hace 98 años, en 1912, explotara en un grito; grito de rebelión ante el avasallamiento de la oligarquía terrateniente. Rebelión Campesina conocida como El Grito de Alcorta y que se extendiera mucho más allá de los propios límites de la localidad que le diera origen y nombre.
Allí estuve, en una Comuna de tres mil habitantes residentes en el sur de la Provincia de Santa Fe, que de una manera u otra se ven más que a menudo; casi todos los días; se conocen, se tratan, son amigos y muchos han adquirido el rango de parientes. Los clubes de la pasión futbolera en las “ligas”, las comisiones solidarias de todo tipo y sus actividades, las escuelas de distinto nivel, son algunas de las formas de encuentro de una sociedad que vive su propia y particular vida, parecida y distinta de aquella otra de la gran ciudad. Es mucho lo que miran por TV.
Toda oportunidad sirve para la recreación, el esparcimiento, la distracción, en definitiva para la convivencia. Entre tantas fechas que el almanaque dispone, las Fiestas Patrias son una alternativa más, como lo es el locro, el asado y las empanadas; las jineteadas y la destreza criolla.
Y estando en esos lares, el 25 de Mayo fui a la Plaza; al Acto Oficial del 25 de Mayo del Bicentenario.
Un 25 de Mayo con sol radiante. Un sol que cobijó con calor al Pueblo argentino como un símbolo. Muchos fueron los momentos de nuestra historia en que oscuros nubarrones ensombrecían ese presente y amagaban perpetuar.
Allí estuve. Y la sorpresa y por qué no, la emoción. No estaba la gente, no estaban los ciudadanos (terminología de los medios en esa suerte de despotismo ilustrado) sino que estaba el Pueblo; masivamente, en un hecho inédito, según los comentarios. Ese Pueblo que en el año 54 antes de Cristo, Marco Tulio Cicerón definiera como una “asociación basada en el consentimiento del derecho y en la comunidad de intereses”. Pueblo al que Arturo Jauretche alertó sobre que “el arte de nuestros enemigos” es el de “desmoralizar, entristecer a los pueblos” ya que “los pueblos deprimidos no vencen”.
Y en la Plaza de ese pueblo del interior la alegría estaba presente. La alegría de un festejo cumpleañero. Doscientos años de nuestro Primer Gobierno. De ese Gobierno Patrio que nos dimos.
El Pueblo, como en todo el territorio de nuestra geografía argentina, galardonaba a la Patria de Patria. No es poca cosa
No hubo discursos de Billiken; expresiones vagas y tendenciosas al margen de la memoria colectiva. No hubo confiscación de la verdad. No hubo actitudes cautelosas ni referencias elípticas. No hubo construcciones abstractas y codificaciones deshistorizadoras. Hubo una explícita “puesta en su lugar” del hecho conmemorado. Un prolijo análisis de la importancia de un Gobierno Patrio para el posterior desarrollo de la lucha por la liberación y la unidad suramericana; un llamado a comprender el momento histórico actual en esa dirección. La importancia de reconocer el hoy como un hito trascendental en la gran causa de la construcción de la Patria Grande. Todo esto en boca de una docente. No es poca cosa.
Todo cálculo participativo quedó desbordado. Fue mucho más que lo previsto. Aquí, allá y más allá. No es poca cosa.
Se podría escribir sobre que pasó en cada lugar. El resultado sería el mismo. Quizás estaríamos en presencia de textos calcados. Hubo una explosión de fervor. No hubo reducción geográfica. No es poca cosa.
Es el Pueblo el que se volcó a las calles. El rédito es del Pueblo y de quienes organizaron todos y cada uno de los Actos. Esto es ineludible. Toda opinión en contrario es taxativamente maliciosa.
En estos pocos días posteriores se han escuchado voces impropias, de una originalidad rayana en la paranoia. El atrevimiento es mayúsculo. La mentira es asfixiante. “Los pueblos festejan más en tiempo de crisis” o algo parecido eructó televisivamente la arista pitonisa agorera. Se olvidó que en tiempos de crisis los festejos fueron los de la clase dominante. El Pueblo derramó su sangre en las calles por enfrentar toda política de hambre y marginación.
Sólo el comprender que son tiempos menos difíciles y que el futuro es esperanzador hace a esa vocación del festejo unánime de un Pueblo encolumnado tras banderas jamás arriadas de soberanía y de justicia en una fecha histórica trascendente. No es poca cosa.
Durante años el ingenio, justamente, del Pueblo, enviaba al Colón a quienes creía merecedores de una mayor consideración. En este Bicentenario, en ese Teatro, que sin dudas es de todos, se aglutinaron los mismos del Centenario, los que desde siempre abusaron de su poder, marginaron y hambrearon, recortaron las libertades y cuando solos no pudieron, convocaron a militares trasnochados para imponernos regímenes de terror. Son los mismos sectores explotadores que en 1912 provocaron la reacción de los campesinos empobrecidos por sus canallescas maniobras.
Se juntaron en el Teatro Colón y lo hicieron rodeados por el monopolio desinformante y toda suerte de “tilingos” y “tilingas”, para convertir un Acto Magno en una tinellización vergonzante. No es para olvidar. No es poca cosa.
Donde estuve, el único escenario era el de la Plaza, plaza de una pequeña localidad. Celebré esta fecha con entusiasmo. Con entusiasmo patriótico y político. Político sí. Ocultarlo o decir lo contrario sería puro cinismo; sería una actitud reprochable. Los agoreros y falsarios de la realidad pretendían el fracaso. El Pueblo en su eterna sabiduría reconoce que la única verdad es la realidad, y la realidad nos indica que en este Bicentenario, soberanía, justicia, derechos humanos e integración continental no son meras aspiraciones sino un proceso de construcción colectiva que se ha puesto en marcha de la mano de un Gobierno que no desconoce que mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar. No es poca cosa.
Mayo de 2010
Publicado en: http://www.elortiba.org/